Un aldeano se puso en camino alejándose de su aldea y en un recodo del mismo se encontró con un hombre al que llamaban maestro.
El maestro, era un mendigo errante, una de esas personas que, tras haber alcanzado la iluminación, comprende que el mundo entero es su hogar, el cielo su techo, y el suelo su cama; Es, entonces, cuando se traslada de un lugar a otro, tal y como tú y yo nos trasladamos de una habitación a otra en nuestro hogar.
Al encontrarse con el maestro, el aldeano dijo:
– ¡No lo puedo creer! Anoche soñé con usted, soñé que en mis sueños me decían. «Mañana por la mañana abandonaras tu aldea y, hacía las once, te encontraras con un maestro errante” …… y justo, aquí, ¡me encuentro con usted!
«¿Que más le dijo el sueño, señor? preguntó el maestro.
Me dijo: «Si el hombre te da una piedra preciosa que posee, serás el hombre más rico del mundo…» ¿Me daría usted esa piedra?
Entonces, el maestro, busco en un pequeño zurrón que llevaba y dijo:
«¿Será esta la piedra de la cual usted habla?»
El aldeano no podía dar crédito a sus ojos, delante de él, ¡tenía el diamante más grande del mundo!
«¿Podría quedármelo?»
«Por supuesto, puede conservarlo. Lo encontré en un bosque, y es para usted» -le dijo el maestro-
Siguió el maestro su camino y el aldeano se sentó bajo un árbol en las afueras de la aldea.
Cogió el diamante con inmensa dicha…. tal y como sería la nuestra el día en que obtenemos algo que realmente deseamos, y, en lugar de regresar a su hogar, se sentó bajo un árbol, y permaneció todo el día sumido en la meditación.
Así fue como, al caer la tarde, se dirigió al árbol bajo el cual estaba el maestro, le devolvió a este el diamante, y le dijo:
«¿Podría hacerme un favor?»
«¿Cuál?» le pregunto el maestro.
«¿Podría darme la riqueza que le permite a usted deshacerse de esta piedra preciosa tan fácilmente?