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Parroquia

Nuestra Señora del Carmen (Málaga)

Palmera

133

Volvemos a plantar palmeras... Queridos amigos de las palmeras: Paz y Bien. Después de un largo tiempo de desierto, comenzamos a plantar palmeras, una cada semana. Queremos un oasis con ciento cincuenta palmeras, como el número de salmos. Volvemos a sentarnos en el oasis, a la sombra, para leer historias que no sabemos si han sucedido o solamente son sueños...comenzamos esta etapa del Palmeral de los Sueños, aprendiendo historias para vivir los sueños. Un abrazo, José Manuel
El Frasco de Sándalo

Palmera 133

¿Estaré perdiendo el tiempo? ¿Escucho a los demás? ¿Estoy atento?

El Palmeral

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El Frasco de Sándalo

Se cuenta que en el monasterio donde residía un monje, un hombre anciano, pero de gran lucidez mental, había una buena cantidad de novicios, además de otros monjes. Todos, casi sin excepción, se dedicaban a recitar las escrituras, practicar meditación y efectuar ciertas ceremonias litúrgicas. Sin embargo, dos novicios rompían la regla. 

Estos dos monjes a menudo se ausentaban de estas actividades, e incluso se mofaban de sus compañeros. El abad era un hombre muy paciente y, aunque conocía perfectamente la actitud de sus discípulos, nada decía. Prefería dejar pasar el tiempo para ver si ellos mismos comprendían su equivocada actitud. Como era de prever, el tiempo pasó y nada cambió.

Entonces el abad hizo llamar a los dos jóvenes y les atendió en su propia celda. Sin intención de reprenderlos, les dijo:

–Aunque cada persona debe responsabilizarse por sus actitudes, soy vuestro maestro y tengo que advertiros de que la indolencia se ha apoderado de vuestras vidas. Es evidente que estáis consumiendo vuestro tiempo sin siquiera acercaros a la iluminación. 

Los jóvenes se quedaron pensativos durante unos instantes mientras el monje mostraba su compasión. Entonces dijeron: 

–Tú nos iluminaste al entrar en este monasterio, nos diste la iniciación. Estamos seguros de que podremos evolucionar sólo con ese poder que nos transmitiste.

Sin hacer ningún comentario sobre ese poder de la iniciación, el monje se limitó a dar a cada uno de los estudiantes un frasquito herméticamente cerrado que contenía sándalo. Les pidió que lo colocaran en sus celdas. Los discípulos siguieron las instrucciones.

Días más tarde, el abad se acercó a sus alumnos que, como ya era habitual en ellos, estaban perdiendo el tiempo y les dijo:

–Me habéis decepcionado una vez más. 

Los jóvenes sin comprender del todo a qué se refería, le preguntaron:

–¿Por qué?

–Porque no oléis a sándalo.

–¿A qué sándalo?

–Si, a sándalo. Hace días os di un frasco con sándalo y, sin embargo, vuestra piel y vuestras ropas no huelen a sándalo.

–Pero, ¿cómo vamos a oler a sándalo si hemos dejado los frasquitos cerrados en nuestras celdas?

–Además de holgazanes, sois unos necios. Os he obsequiado con un frasco de sándalo del mismo modo que os di la iniciación, pero en lugar de utilizarlo y desplegar su poder en vosotros mediante le meditación y las prácticas monásticas, os habéis abandonado a esa vida sin sentido. ¿De qué sirve que os haya obsequiado con el más puro sándalo si no lo habéis usado? De la misma manera, ¿de qué sirve que os diera una poderosa iniciación si con vuestra holgazanería habéis dejado que se extinga su llama?»

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EL PALMERAL

Parroquia Nuestra Señora del Carmen (Málaga)

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