Sucede con cierta frecuencia que nos despertamos con buen humor, tranquilos, contentos y pensando que tenemos un gran día por delante y que nada lo enturbiará.
Pero en nuestro camino se cruza alguien que está molesto por alguna razón y sin darnos cuenta esta molestia se apodera también de nosotros. Y de pronto reemplazamos la sonrisa de la mañana por un ceño adusto, una mirada fulminante o un comentario desatinado, o peor aún, caemos también en una explosión. Y es así como alimentamos el círculo de la ira.
¿Podemos cortarlo? Según esta historia que encontré si es posible hacerlo.
El dueño de una empresa gritó a su administrador, porque estaba muy nerviosos en ese momento.
El administrador llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, al verla con un vestido nuevo
La esposa gritó a la empleada porque había roto un plato.
La empleada le dio un puntapié al perro porque la hizo tropezar.
El perro salió corriendo, y mordió a una señora que pasaba por la vereda, porque estaba obstaculizando su salida por la puerta.
Esa señora fue a la farmacia para colocarse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al farmacéutico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada.
El farmacéutico, llegó a su casa, y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado. . .
Su madre, tolerante, y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole:
«Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tu trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor.»
Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos.
En ese momento, se interrumpió el círculo de la ira, porque chocó con la tolerancia, la dulzura, la alegría, el perdón y el amor.