Malina era una niña que vivía junto con su padre, Basilio, en una pequeña casita junto a las vías del tren. El padre de Malina trabajaba como guardavía y su trabajo era el de vigilar los tramos más peligrosos de la vía para que estuvieran en buen estado y así evitar accidentes con los trenes.
Un año, durante la Nochebuena, Basilio salió a revisar el camino. Las montañas estaban nevadas y hacía muchísimo frío. Malina se había quedado en casa resguardada y calientita, esperando a su padre mientras ponía las estrellitas en su nuevo árbol navideño.
De pronto, se escuchó un ruido terrible que desconcertó a la niña. Ella se asomó por la ventana y comprobó que había caído una roca enorme sobre la vía. ¿Qué podría hacer una niña como ella para salvar al expreso que iba a pasar en media hora?
Empezó a pensar deprisa: “Encender una hoguera cuatrocientos metros antes del lugar del accidente y mover la linterna”, eso es lo que decía su padre.
De pronto se decidió. Agarró el árbol de Navidad, sin hacer caso de los adornos, y descolgó la linterna grande que estaba colgada de un clavo. Apenas le quedaba un cuarto de hora.
Iluminada con la luz roja de la linterna, atravesó el túnel sin respirar y dando tropezones. Salió fuera y siguió caminando. Oía que el tren llegaba.
Rápidamente prendió fuego a su árbol de Navidad.
Al momento, el expreso salió disparado del negro agujero. En ese mismo instante, el maquinista dio un respingo de miedo. Ante sí veía un fuego brillante y una niña que agitaba un enorme farol rojo. Inmediatamente cerró la válvula del vapor y tiró del freno de alarma. El enorme y pesado tren retembló y, chirriando, se fue parando poco a poco hasta quedar inmóvil.
La locomotora se paró justo delante de Malina. El maquinista y el revisor saltaron del tren y corrieron hacia la niña.
“Allí adelante, enfrente del túnel, hay una roca que se ha caído de la montaña. Por eso he tenido que detener el tren”. Explicó Malina.
La noticia de la roca caída se expandió por todo el tren, todo el mundo supo que la pequeña los había salvado.
De pronto, Malina se vio inundada de regalos. Además, el revisor, para darle las gracias, le trajo otro árbol de Navidad que había cortado. Y así pudieron, por fin, celebrar la Nochebuena.