Había un río con un pueblecito a cada lado. Se unían por una calle sobre el puente que cruzaba el río. Un día, apareció un agujero en el puente. Ambos pueblos estaban de acuerdo en que había que arreglar este agujero. Pero no se ponían de acuerdo respecto a quién le tocaba hacerlo. Cada uno de los pueblos se consideraba superior al otro. El pueblo de la derecha del río decía que era el principal destino de la calle, así que, ya que el otro pueblo era menos importante, se debía encargar de arreglarlo. El pueblo del lado izquierdo del río, por su parte, mantenía que todo el tráfico venía hacia ellos, de modo que les debía tocar a los de la derecha.
La disputa siguió y también el agujero. Cuanto más tiempo pasaba más crecía la hostilidad entre los pueblos.
Un día, un vagabundo del pueblo se cayó en el agujero y se partió una pierna. Las personas de los dos pueblos le preguntaron con mucho detalle si había caminado desde la orilla derecha a la izquierda, o desde la izquierda a la derecha, para poder decidir cuál de los pueblos era el responsable del accidente. Pero él no lo podía recordar, ya que esa noche estaba borracho. Un tiempo después, un carruaje estaba cruzando el puente; se cayó en el agujero y se rompió el eje. Ninguno de los pueblos se fijó en este accidente, ya que el viajante no iba de un pueblo a otro, sino que estaba de paso. El viajante salió del agujero y preguntó enfadado que por qué no se había arreglado el agujero.
Cuando escuchó la razón, declaró: “Yo compraré este agujero. ¿Quién es el dueño?”.
Los dos pueblos dijeron a la misma vez que eran los dueños del agujero.
“El que sea el dueño tiene que probarlo”.
“¿Cómo podemos probarlo?” preguntaron ambos lados.
“Es simple. Solo el dueño del agujero tiene el derecho de arreglarlo. Compraré el agujero del que arregle el puente”.
Las personas de los dos pueblos se pelearon por hacer el trabajo, mientras el viajante fumaba un cigarro y el chofer le arreglaba el eje. Arreglaron rápidamente el puente, y pidieron el dinero por el agujero.
“¿Qué agujero?”, el viajante decía sorprendido. “Yo no veo ningún agujero. Llevo desde hace tiempo buscando un buen agujero. Estoy dispuesto a pagar bastante dinero por él, pero aquí no hay agujero. ¿Me están tomando el pelo, o qué?
Se subió a su carruaje y se fue. Las personas de los dos pueblos han hecho las paces y cruzan en el puente en perfecta armonía.