Un rico comerciante contrató a un carpintero para restaurar una antigua casa colonial. Como el comerciante era de esas personas a las que les gusta tener todo bajo control y le preocupaba que el trabajo no quedase bien, decidió pasar un día en la casa, para ver cómo iban las obras.
Al final de la jornada, se dio cuenta de que la jornada delcarpintero había sido muy duray había sufrido varios contratiempos, como que su sierra eléctrica se había averiado. Para completar el día de mala suerte, su antigua furgoneta también se negó a funcionar, así que el empresario se ofreció para llevarle a casa.
El carpintero no habló durante todo el trayecto, visiblemente enojado y preocupado por todos los infortunios que había tenido a lo largo del día.Sin embargo, al llegar invitó al comerciante a conocer a su familia y a cenar, pero antes de abrir la puerta, se detuvo delante de un pequeño árbol y acarició sus ramas durante unos pocos minutos.
Cuando abrió la puerta y entró en la casa, la transformación era radical: el hombre que había salido del trabajo alterado y lleno de preocupaciones parecía un hombre feliz. La cena transcurrió entre risas y animada conversación. Al terminar la velada, el carpintero acompañó al comerciante al coche. Cuando pasaron por delante del árbol, el empresario no puedo resistirse a preguntarle:
– Antes de entrar en casa eras un hombre enojado y al pasar por la puerta has irradiado felicidad, lo único que ha pasado entre la situación de enfado y la de feliz ha sido tocar el árbol ¿Es un árbol mágico? ¿Qué tiene de especial?
Ese es el árbol de los problemas– le respondió el carpintero. – Soy consciente de que no puedo evitar los problemas en el trabajo, como por ejemplo hoy, pero no tengo por qué llevarme las preocupaciones a casa.Cuando toco sus ramas, dejo ahí las preocupaciones y las recojo a la mañana siguiente, cuando regreso al trabajo. Lo curioso es que por la mañana, los problemas que recojo no son ni por asomo todos lo que había dejado, son muchos menos los motivos por los que preocuparme.
Esa noche, el rico comerciante aprendió una de las lecciones más valiosas de su vida.