Cuando oramos, estamos más en contacto con Dios. Nos entregamos más a Él y nos identificamos con su mensaje. Un creyente en oración tiene fuerzas suficientes para transformarse y transformar a los demás. Quien ora profundamente está en disposición de unir sus fuerzas a otras muchas y así poder construir el mundo que Cristo quiere que sea implantado entre las gentes. Tenemos, pues, una tarea que llevar a cabo pero solamente encontraremos fuerzas para acometerla si nos ponemos en presencia del Señor que nos protege.
Este mundo nuestro está pidiendo a gritos más plegarias de quienes creemos en Jesús. Sobran tensiones, descalificaciones de unos hacia otros y odios entre personas