Hay que poner todo el amor en lo que hacemos, aunque nos parezca que es una insignificancia. Dar las gracias cuando nos ofrecen algo, por muy pequeño que sea, pedir perdón cuando no hemos sido suficientemente complacientes con los demás, solicitar cualquier cosa por favor… De esta manera aprendemos a madurar en nuestras relaciones con los que nos rodean y vamos enriqueciéndonos como personas. Porque en la mayoría de las ocasiones, lo único que se nos pide es que pongamos todo nuestro esfuerzo y cariño en agradar a Dios y a los hermanos en las cosas ordinarias de cada día.
Una hermosa manera de practicar la caridad es saber callarnos cuando tenemos que opinar sobre alguien al que le vemos lleno de defectos. ¿Quiénes somos