Padre Dios, infunde en nuestros corazones el amor hacia Ti y hacia nuestros hermanos los hombres. Porque este es el mejor dique para contener los malos deseos que anidan en nuestros corazones. Que no nos cansemos nunca de practicar la caridad, porque en ella encontramos todas las herramientas para impedir que nuestras vidas sean estériles o queden encenagadas con acciones impropias de quienes nos confesamos hijos tuyos.
La meta de cualquier cristiano es la santidad, siguiendo así las enseñanzas del Maestro. Alcanzarla es difícil, pero nunca imposible.