Quejarnos porque hay problemas en la sociedad no conduce a nada. Lamentarnos porque los que están llamados a dirigir los asuntos públicos no actúan como deberían, no mejora el funcionamiento de las instituciones. Los cristianos tenemos la obligación de trabajar por mejorar las estructuras sociales para que funcionen en beneficio de todos, especialmente de los más necesitados. Debemos comprometernos personalmente en la construcción de un mundo mejor. Sobran criticones y faltan personas decididas a cambiar lo que está mal.
La santidad no es para las personas tristes y amargadas. Ni para los que se quejan continuamente de que todo