Normal es que, en ocasiones, nos sintamos desanimados para seguir bregando en la tarea diaria de ser mejores servidores de Dios y de los hermanos; mas no podemos perder nunca la esperanza en que, con la ayuda de quien todo lo puede, conseguiremos sortear esos baches para continuar por el camino correcto y llegar a la meta soñada. No perdamos nunca la esperanza, sino alimentémosla para que nos sintamos más fuertes.
Si nos agarramos con auténtica fe a la misericordia de Dios y nos fiamos de su bondad, caminaremos más seguros.