Décimo Cuarta Estación
Jesús sube a los cielos para abrirnos camino
Hch 20, 9-14:
Diciendo esto, fue arrebatado a vista de ellos, y una nube le sustrajo a sus ojos. Mientras estaban mirando al cielo, fija la vista en él, que se iba, dos varones con hábitos blancos se les pusieron delante
Y les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros al cielo vendrá como le habéis visto ir al cielo.
Entonces se volvieron del monte llamado Olivete a Jerusalén, que dista de allí el camino de un sábado.
Cuando hubieron llegado, subieron al piso alto, en donde permanecían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo y Simón el Zelotes y Judas de Santiago.
Todos éstos perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la Madre de Jesús, y con los hermanos de éste.
ORACIÓN
La última alegría fue quedarte marchándote.
Tu subida a los cielos fue ganancia, no pérdida;
fue bajar a la entraña, no evadirte.
Al perderte en las nubes
te vas sin alejarte,
asciendes y te quedas,
subes para llevarnos,
señalas un camino, abres un surco.
Tu ascensión a los cielos es la última prueba
de que estamos salvados,
de que estás en nosotros por siempre y para siempre.
Desde aquel día la tierra
no es un sepulcro hueco, sino un horno encendido;
no una casa vacía, sino un corro de manos;
no una larga nostalgia, sino un amor creciente.
Te quedaste en el pan, en los hermanos,
en el gozo, en la risa,
en todo corazón que ama y espera,
en estas vidas nuestras que cada día ascienden a tu lado.