Séptima Estación
Jesús muestra a los suyos su carne herida y vencedora
Jn 20, 26-31:
Pasados ocho días, otra vez estaban dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Vino Jesús, cerradas las puertas y, puesto en medio de ellos, dijo: La paz sea con vosotros. Luego dijo a Tomás: Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.
Respondió Tomás y dijo: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: Porque me has visto has creído; dichosos los que sin ver creyeron.
Muchas otras señales hizo Jesús en presencia de los discípulos que no están escritas en este libro; y éstas fueron escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
ORACIÓN
Gracias, Señor, porque resucitaste no sólo con tu alma,
sino también con tu carne.
Gracias porque quisiste regresar de la muerte trayendo tus heridas.
Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera su mano en tu costado
y comprobara que el Resucitado es exactamente
el mismo que murió en una cruz.
Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede amordazar el alma
y que cuando sufrimos estamos también resucitando.
Gracias por ser un Dios que ha aceptado la sangre,
gracias por no avergonzarte de tus manos heridas,
gracias por ser un hombre entero y verdadero.
Ahora sabemos que eres uno de nosotros sin dejar de ser Dios,
ahora entendemos que el dolor no es un fallo de tus manos creadoras,
ahora que tú lo has hecho tuyo comprendemos
que el llanto y las heridas son compatibles con la resurrección.
Déjame que te diga que me siento orgulloso de tus manos heridas
de Dios y hermano nuestro.
Deja que entre tus manos crucificadas
ponga estas manos maltrechas de mi oficio de hombre.
sino también con tu carne.
Gracias porque quisiste regresar de la muerte trayendo tus heridas.
Gracias porque dejaste a Tomás que pusiera su mano en tu costado
y comprobara que el Resucitado es exactamente
el mismo que murió en una cruz.
Gracias por explicarnos que el dolor nunca puede amordazar el alma
y que cuando sufrimos estamos también resucitando.
Gracias por ser un Dios que ha aceptado la sangre,
gracias por no avergonzarte de tus manos heridas,
gracias por ser un hombre entero y verdadero.
Ahora sabemos que eres uno de nosotros sin dejar de ser Dios,
ahora entendemos que el dolor no es un fallo de tus manos creadoras,
ahora que tú lo has hecho tuyo comprendemos
que el llanto y las heridas son compatibles con la resurrección.
Déjame que te diga que me siento orgulloso de tus manos heridas
de Dios y hermano nuestro.
Deja que entre tus manos crucificadas
ponga estas manos maltrechas de mi oficio de hombre.
Así como durante la Cuaresma hemos acompañado a Jesús en su camino de la cruz con el rezo del vía crucis como más razón os invitamos ahora durante este Tiempo de Pascua, a celebrar la realidad de la Persona de Jesús tal como ahora está: resucitado y repleto de luz.
Con 14 estaciones acompañaremos a Jesús en su triunfo con un texto del evangelio y una meditación escrita por José Luis Martín Descalzo.