La beata Rafaela Ibarra nació en Bilbao en 1843, de familia rica. Estuvo casada y tuvo siete hijos. Tuvo también que cuidar de varios sobrinos y nietos, por fallecimiento de una hermana suya y una nuera. Promovió pisos para acoger a las niñas y jóvenes desamparadas y talleres para su formación y sustento. Impulsó la creación de numerosas Instituciones de protección a la mujer. En 1894, en un pequeño piso, ella y otras tres jóvenes se comprometieron a actuar como madres y educadoras de aquellas niñas y jóvenes. Nacía el Instituto de las Hermanas de los Ángeles Custodios. Con 42 años y con el apoyo de su marido y su familia, formuló votos de pobreza, castidad y obediencia. Los escritos sobre sus experiencias espirituales, así como su numerosa correspondencia, reflejan a una mujer llena de amor a Jesucristo y a sus semejantes. Su actividad caritativa, dedicada al principio a remediar todo tipo de necesidades, se orientó, en la plenitud de su madurez, a proteger y cuidar de las niñas y jóvenes que estaban expuestas a los daños de la pobreza y la ignorancia. Recogía de las calles a las más desfavorecidas, creando instituciones de acogida donde les proporciona todo aquello que la sociedad les niega: cariño, alimentación, educación, salud y amor. No dejó de ocuparse nunca de los suyos pero tuvo tiempo para cuidar también de los desfavorecidos. Su marido enfermó y murió en 1898 y a él se dedicó, durante la enfermedad, con mucha abnegación y cariño. Ella enfermó de cáncer poco después y murió en 1900 con fama de santidad. Fue declarada beata por san Juan Pablo II en 1984.
Otros santos del día:
• Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en la actual Turquía, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo († hacia el año 155).
• En la ciudad de Astorga, provincia de León, en España, memoria de santa Marta, virgen y mártir bajo el emperador Decio († s. III).
• En Sirmio, hoy Sremska Mitrovica, en Panonia, actualmente en Serbia, san Sireno o Sinerio, mártir, de oficio hortelano, que fue denunciado por una mujer a la que había reprochado su lascivia, y por haber declarado ante el juez su condición de cristiano y por negarse a sacrificar a los dioses, fue decapitado († hacia el año 307).
• En Wenlock, en Inglaterra, santa Milburga, virgen, de la familia real de Mercia, que fue abadesa de ese monasterio († hacia el año 722).
• En Maguncia, de la Franconia, en Alemania, san Willigiso, obispo, eximio por su celo pastoral († 1011).
• En Stilo, en Calabria, región de Italia, san Juan, que fue monje según los estatutos de los Padres orientales y mereció ser llamado “Terestes” o “Segador”, distinguiéndose por su caridad hacia los pobres, en cuyo favor acostumbraba a ayudar a los segadores († s. XI).
• En Francia, en una nave prisión anclada ante la ciudad de Rochefort, beato Nicolás Tabouillot, presbítero y mártir, que, siendo párroco, por razón de su sacerdocio fue detenido durante la Revolución Francesa, terminando sus días en un hospital, consumido por la enfermedad († 1795).
• En Como (Italia), beata Giovannina Franchi, fundadora de la Congregación de las Hermanas Enfermeras de la Virgen Dolorosa († 1872).
• En Roma, santa Josefina (Judit Adeleide) Vannini, virgen, que fundó la Congregación de las Hijas de San Camilo, para servir a los enfermos († 1911).
• En Poznan, en Polonia, beato Luis Mzyk, presbítero de la Sociedad del Verbo Divino y mártir, que, durante la ocupación militar de su patria por un régimen que seguía doctrinas contrarias a los hombres y a la fe, fue asesinado por los guardias de la ciudad, confesando a Cristo hasta la muerte († 1942).
• En el campo de concentración de Dachau, cercano a Munich, en Baviera, en Alemania, beato Vicente Frelichowski, presbítero, que, durante la guerra, encarcelado en varias prisiones, nunca decayó ni de la fe ni de su misión pastoral, y atendiendo a enfermos cayó enfermo a su vez, llegando a la visión de la paz eterna después de muchas pruebas († 1945).
(Del Martirologio Romano)