DIA 3
En este tercer día es Joaquín Béjar, misionero claretiano en Zimbabwe, y uno de los claretianos de nuestra parroquia quién comparte con nosotros qué representa en su vida el Corazón de María, porque María es también el Corazón de la misión.
MARÍA, CORAZÓN DE LA MISIÓN
La liturgia nos propone hoy la celebración de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús.
Hay varias palabras de Jesús que resuenan con fuerza en un día como hoy: “Donde está tu tesoro, allí está tu corazón” (Mt 6,21).
O también: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11,28). Nosotros somos el tesoro de Dios; por eso, su corazón siempre está con nosotros. Sin embargo, no siempre nuestro tesoro es Dios; por eso, no siempre nuestro corazón vibra con Él. Jesús hoy nos invita a acercarnos a él, con la seguridad de que él aliviará nuestro cansancio, el peso de una existencia que acumula preocupaciones y no sabe qué hacer con ellas. Esta invitación expresa la dinámica del corazón. Somos como venas que transportan sangre desoxigenada (frustraciones, miedos, debilidades, pecados) al corazón de Jesús para que éste nos purifique y nos transforme en arterias que difunden el oxígeno de su Evangelio por todo el cuerpo de la Iglesia. Nuestros desgastes y cansancios son procesados en la experiencia de amor de Cristo. Renovados por él, por la fuerza de su corazón, nos transformamos en discípulos evangelizadores.
En el Corazón de María se refleja esta dinámica de amor del Corazón de su Hijo. San Juan Eudes decía que “el Corazón de Jesús es el principio del Corazón de María, como el Creador es el principio de su criatura; y el Corazón de María es el origen del Corazón de Jesús, como la madre es el origen del corazón de su hijo”.
Las preguntas de Jesús despiertan, provocan y animan en el camino del seguimiento, desde ¿Qué buscáis? o ¿Por qué lloras? hasta ¿También vosotros queréis marcharos? María, es la mujer de la respuesta que cambió el mundo con su sí joven a la voluntad de Dios, y es también la mujer de las preguntas. Por eso, puede hacerse cargo de nuestras dudas e inquietudes. Es la Madre de los muchos porqués que cruzan nuestra vida. Hoy meditamos sobre las motivaciones que nos impulsan hoy a abrazar el estilo de vida de Jesús y de su Madre.
Hay una forma “mariana” de afrontar la vida que hoy resulta imprescindible. A menudo sabemos qué queremos hacer con nuestra existencia. Buscamos los cómos, cuándos y dóndes, pero nos cuesta encontrar los porqués. ¿Por qué trabajamos? ¿Por qué nos levantamos cada mañana? ¿Por qué seguimos soñando con alcanzar algunas metas? ¿Por qué somos voluntarios, voluntarias, misioneros…? Hay motivaciones inmediatas: cumplir el deber, ayudar a los demás, realizar una afición, tener éxito, etc., pero, a menudo, no son suficientes para justificar la entrega de la propia vida.
¿Por qué creer cuando muchos viven una vida aparentemente normal sin la luz de la fe? ¿Por qué amar en vez de odiar? Y, sobre todo, ¿por qué sufrir cuando podríamos evitar el sufrimiento? Es verdad que hay muchos intentos de encontrar respuestas a estas preguntas. La filosofía lo lleva haciendo desde hace muchos siglos. En la actualidad, la psicología se esfuerza por proporcionarnos “herramientas” para manejar nuestros conflictos y ansiedades.
María nos enseña dos claves imprescindibles para afrontar los porqués profundos de la vida sin necesidad de tenerlo todo claro: guardar todo en el corazón y permanecer de pie junto a la cruz. La primera es una actitud mariana subrayada por el evangelio de Lucas. La segunda nos viene del evangelio de Juan.
Guardar todo (las cosas de Dios) en el corazón significa rumiar con serenidad y paciencia lo que vamos viviendo para permitir que Dios sea Dios en nuestra vida, para encontrar su sentido sin necesidad de profanar su misterio. La acelerada vida moderna no facilita “guardar todo en el corazón”. Una experiencia se superpone a otra; las noticias de hoy hacen viejas las de ayer; lo nuevo se erige en categoría definitiva.
Permanecer junto a la cruz implica sostener con serenidad la batalla del dolor sabiendo que no constituye el final de la existencia, confiando en que Dios es siempre un Dios de vida y no de muerte. No es fácil “permanecer junto a la cruz” de los sufrientes cuando todo nos empuja a buscar respuestas indoloras, olvidando que a veces el sufrimiento aceptado es la única puerta que nos conduce a la sabiduría y a la madurez.
La pandemia que estamos viviendo es una oportunidad excelente para abordar junto a María los muchos porqués para los que la ciencia no encuentra una respuesta precisa. Como ella, aprendemos a cobijarnos bajo la sombra del Espíritu de Dios.
Oración
Te damos gracias, Madre,
por habernos llamado a ser en la Iglesia
hijos e hijas de tu Inmaculado Corazón.
En un mundo en el que a veces
desoímos la voz de Dios
y cerramos nuestro corazón
a los gritos y necesidades de las personas,
nosotros queremos ser contigo y como tú
misioneros y misioneras que hacen suya
“la revolución de la ternura”,
para que la Iglesia llegue a ser
casa para muchos,
madre para todos los pueblos,
y signo creíble de un mundo nuevo.
En estos tiempos de pandemia,
ayúdanos a poner corazón
donde la enfermedad ha provocado
muerte, soledad, pobreza y desesperanza.
Formados en la fragua de tu Corazón,
queremos guardar como tú la palabra de Dios
y hacerla vida con generosidad y alegría.
Acompáñanos en nuestro camino,
para que, a imitación de san Antonio María Claret,
no busquemos otra cosa que seguir a Jesucristo
y buscar en todo, la gloria de Dios.
Amén.
El próximo sábado 20 de junio celebraremos la fiesta del Inmaculado Corazón de María, que tanto significó en la vida del Padre Claret. Por eso en estos días previos algunas personas vinculadas a nuestra parroquia y a la familia claretiana comparten con nosotros qué es para ellos el Corazón de María.