El próximo sábado 20 de junio celebraremos la fiesta del Inmaculado Corazón de María, que tanto significó en la vida del Padre Claret. Por eso en estos días previos algunas personas vinculadas a nuestra parroquia y a la familia claretiana comparten con nosotros qué es para ellos el Corazón de María.
DIA 1
Hoy, Mamen y David, #seglaresclaretianos nos cuentan que significa en sus vidas el Corazón de María, a la que se consagraron el día de su matrimonio hace 21 años.
𝐌𝐀𝐑𝐈𝐀, 𝐌𝐀𝐃𝐑𝐄 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐕𝐈𝐃𝐀
“María es la madre de la Vida”. Isabel la llamó bendita a causa del fruto de su vientre y de su fe. Como pueblo de Dios la aclamamos “vida, dulzura y esperanza nuestra” en el Salve Regina. También le suplicamos que ruegue por nosotros, “ahora y en la hora de nuestra muerte” (Avemaría). A través de ella recibimos vida abundante. Es la Mujer del Apocalipsis que da a luz entre las amenazas del dragón y que se refleja en la Iglesia también madre, en medio de las amenazas a la vida (cf. Ap 12,1-2). El Magníficat proclama su compromiso por un mundo donde reine la vida (cf. Lc 1,46-55).
La pandemia de la Covid-19 nos ha hecho experimentar muy de cerca la belleza y la fragilidad de la vida humana. Los ancianos y los pobres han sido los grupos más afectados. Con María, Madre de la Vida, aprendemos a agradecer el don de la vida y a luchar por su defensa en todas sus formas y etapas.
Meditamos con María
María congrega a tanta gente en torno a ella porque ella siempre está donde hay vida. Porque ella es la que, en la encrucijada de caminos que hoy nos toca vivir, nos señala con claridad quién es y dónde vive Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida. Pero no solo eso. Señala y engendra a Jesús. María es, madre de los creyentes.
María nunca nos aleja de la vida real porque ella ha descubierto la voluntad de Dios en la trama de la vida cotidiana, ha engendrado al autor de la vida y sigue sosteniendo la vida en todas sus formas y etapas.
Desde el primer momento de la concepción, María apoyó la vida de su Hijo. Ella será su Maestra hasta que Jesús alcance la edad adulta y comience la auto-revelación de sí mismo al mundo; a partir de la predicación de Jesús y del milagro de Caná en Galilea, el muelle de la Madre cambia y ya no está ante Jesús, como quien enseña, sino como quien aprende, como seguidora, como verdadera discípula. Durante el ministerio de su Hijo, ella está siempre a su lado, pero no de forma posesiva, como amante, sino de forma oblativa, con el mayor desapego. Ella nos enseña a no atarnos a nada, a desprendernos siempre; a acompañar, pero no a dirigir, a ayudar, pero no a subyugar a nadie, a no invadir espacios, a no anular a los demás, a renunciar a ser los primeros y a no asumir nada –rango, título, jerarquía, conocimiento, experiencia– pero prestando atención al otro con un amor respetuoso, con amabilidad, delicadeza y ternura. En este sentido, al cultivar la inteligencia cordial (la que reside en el corazón), la Iglesia está evangelizando. O. MARADIAGA, Il Cuore di Maria, 227
𝙊𝙧𝙖𝙘𝙞𝙤́𝙣 𝙛𝙞𝙡𝙞𝙖𝙡 𝙮 𝙖𝙥𝙤𝙨𝙩𝙤́𝙡𝙞𝙘𝙖 𝙖𝙡 𝘾𝙤𝙧𝙖𝙯𝙤́𝙣 𝙙𝙚 𝙈𝙖𝙧𝙞́𝙖
San Antonio María Claret
¡Oh Virgen y Madre de Dios!,
yo me entrego por hijo tuyo.
Me confío a tu amor materno
para que formes en mí a Jesús,
el Hijo y el Enviado del Padre,
el Ungido por el Espíritu Santo
para anunciar la Buena Nueva a los pobres.
Enséñame a guardar, como tú, la Palabra en el corazón,
hasta convertirme en Evangelio vivo.
Pide la fuerza del Espíritu para que sea testigo de Cristo entre los hombres.
Infúndeme tu amor materno para que les revele al Padre
y sientan la alegría de ser hijos de Dios
en la comunión fraterna de la Iglesia.
Madre, aquí tienes a tu hijo. Fórmame.
Madre, aquí tienes a tu hijo. Envíame.
Madre, aquí tienes a tu hijo. Habla por mí. Ama por mí.
Guárdame, no sea que anunciando a otros el Evangelio,
quede yo excluido del Reino.
En ti, Madre mía, he puesto toda mi confianza.
Jamás quedaré confundido. Amén.