Si deseamos ser perfectos, meta a la que debemos aspirar como creyentes, porque es lo que se nos pide, debemos convencernos de que nunca encontraremos el tope a la perfección. Siempre podremos avanzar un poco más, porque la meta es parecernos a Dios, aunque nunca lo conseguiremos. Y en ese avanzar iremos descubriendo que, aunque nos queda mucho camino por recorrer, percibiremos que deseamos mejorar cada vez un poco más para poder ser mejores.
Si nos agarramos con auténtica fe a la misericordia de Dios y nos fiamos de su bondad, caminaremos más seguros.