Somos propensos a culpar a los otros, eximiéndonos a nosotros mismos de toda culpa. Hasta en las más pequeñas cosas culpamos a los demás para liberarnos de la responsabilidad que nos concierne. ¿Es esto justicia? No, sino gran injusticia. Reconozcamos que somos culpables y asumámoslo con humildad. Mejor nos irá si dejamos de acusar a otros porque son nuestras obras, acciones u omisiones las que han de ser enjuiciadas.
¿Te ha gustado? Comparte este artículo
¡Cuántas veces no nos atrevemos a dar determinados pasos, en la línea evangélica, porque nos atenazan los miedos a lo
Cuando obramos en conciencia, siguiendo los dictados del Señor, adquirimos las fuerzas suficientes para ser firmes y no tener miedo
Foto: J. Serrano Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo Inmaculada Concepción (Lucas 1, 26-38) Las llamadas
Foto: J. Serrano Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos Adviento II (Mateo 3, 1-12) Los
Los cristianos estamos llamados a participar en la construcción de un mundo mejor. Por eso las alegrías y sufrimientos de
Una hermosa manera de practicar la caridad es saber callarnos cuando tenemos que opinar sobre alguien al que le vemos