
Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos
Adviento II
(Mateo 3, 1-12)
Los medios de comunicación nos saturan de hechos violentos,
de injusticias permanentes,
de guerras sin sentido,
de hambrunas y muertes de inocentes,
de destrucciones del entorno natural que hemos recibido gratis…
Parece que estamos a las puertas del apocalipsis
pues no entendemos que hemos sido creados para ser felices.
A través de las palabras del profeta Juan, Señor,
nos impeles a cambiar todo lo que estamos haciendo mal
para así poder entrar en el reino que vienes a instaurar.
Nos dices que no seamos ilusos confiando
en que por nuestra cara bonita seremos salvados.
No vale que digamos que somos cristianos
y que pagamos nuestras limosnas, que son más bien escasas,
y que no matamos…
Es la hora de la conversión, sí.
Una conversión total que me ha de llevar
a reconocer la miseria que soy:
paja sin trigo en la parva de mi vida,
fruto vacío en mis pretensiones de autosuficiente,
manos sin pan que repartir a los que me lo están pidiendo,
cansancio y hastío que me impiden ayudar a quienes me necesitan,
ceguera en mis ojos que no me dejan ver que el camino no me lleva a ti…
Necesito, Señor, que laves mi ser entero,
que quites las costras que las inercias y comodidades me han llenado el alma.
Necesito que me bautices con el agua de tu amor que sana todas las heridas,
que enciendas en mi corazón el deseo de ser mejor persona
y así trabajar por el reino que quieres que construyamos.
Conviérteme en discípulo fiel
que sigue tus mandatos:
amor total a ti y amor total a los que me rodean.
Y que ese amor, aunque sea pequeño, a ti y a los hermanos,
ayude a que haya un mundo menos malo
y más parecido al reino que nos has mandado construir
para el bien de todos los que lo habitamos.
José Serrano Álvarez
(Rezando al caer de la tarde)





